domingo, 29 de agosto de 2010

discriminación

En los medios se ha comentado acerca de la elaboración de un "mapa de la discriminación" de nuestro país, confeccionado por el INADI.
No es nada nuevo, ni nada que nosotros mismos lo reconozcamos. Nosotros nos sabemos "discriminadores" y no nos importa. Somos argentinos. . . .
En dicho mapa se citan frases como: negro de mierda, gordo chancho, ruso, etc., etc., etc..
Nada nuevo bajo el sol, reitero. He sido objeto de discriminacion desde los diez años; por tener gafas, he sido "anteojito y antifaz", "anteojuda", etc. Y por ser gorda, he sido "chancha", "vaca", "ballena blanca", etc.
En tránsito de divorcio, el padre de mi hijo se negaba a desalojar la vivienda alegando "que iba a hacer yo sola, vieja, gorda, fea y enferma?".
Nadie se dá cuenta del daño que infringe al objeto de su burla y escarnio. En mi caso particular, creo que me volví mala, dueña de una lengua afilada y de un ingenio creativo en materia de devolución de insultos que ya quisiera Hugo Moyano tener. En algun momento comencé a no permitir la burla por parte de nadie.
Era la primera en hacer uso del humor y el plus de una inventiva ilimitada para describir situaciones de vida, como por ejemplo elegir ropa. No quiere decir que en el fondo no tuviera una bola negra y nauseabunda de odio, descansando en el fondo del estómago. . . .
Lamentablemente no tengo una obesidad por ingesta descontrolada, sino que por haber tenido asma y haber caído en mano de un pediatra inescrupuloso que me medicó durante cinco años con deltisona (corticoide), inició en mí lo que en mis cuatro décadas sería un síndrome metabólico, habiéndome declarado hipotiroidea a los catorce años, y diabética a los treinta y ocho.
A cada uno de los que en esta vida me han tratado con etiquetas desagradables, no podía estar explicando cual era la razón de mi sobrepeso. Seguramente habré deseado que queden igual de obesos que yo.
La venganza se ha obtenido! ! ! En estos últimos dias me ha tocado ver a algunas de las barbies de mi secundaria, por jemplo, convertidas en perfectos modelos de Botero, y una pequeña sonrisa y un rayo de luz ha bailado en mis ojos miopes. . . . .

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